Virgen y Fundadora
Martirologio Romano: En Bilbao, ciudad del País Vasco, en España, santa María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, virgen, que fundó la Congregación de Hermanas Siervas de Jesús de la Caridad, a las que formó especialmente para el cuidado de los enfermos y de los pobres († 1912).
Fecha de beatificación: 27 de septiembre de 1992, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 1 de octubre de 2000, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 1 de octubre de 2000, por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
María Josefa Sancho de Guerra dedicó su vida entera a cuidar a los enfermos y a asistir a los pobres, inclinación característica de su infancia junto a la devoción por la Eucaristía y por la Virgen María. Como es propio de los santos, la clave de su acción fue el amor a Cristo, a quien veía en su prójimo. Desde esta cátedra inigualable de la caridad dispensó a cada uno el trato preciso. Supo acoger y comprender a todos en sus limitaciones sin exclusión. Porque solo Él, «Varón de dolores», puede mostrar cómo ha de procederse cuando más descarnada se muestra la fragilidad del ser humano que yace atrapado por la enfermedad, y tal vez estremecido por la angustia ante la muerte. En un momento dado, esta fundadora advirtió a sus hijas: «La asistencia no consiste solo en dar las medicinas y los alimentos al enfermo; hay otra clase de asistencia, y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre».
Natural de Vitoria, España, nació el 7 de septiembre de 1842. Perdió a su padre cuando tenía 6 años. Era la mayor de tres hermanas. A los 15 años se trasladó a Madrid con objeto de completar la educación que venía recibiendo. Y a los 18, teniendo clara vocación, no dudó de que su futuro debía transcurrir al abrigo de un claustro, algo que realmente le atraía. Años más tarde, mirando atrás retrospectivamente, diría: «Nací con la vocación religiosa». El convento de las concepcionistas de Aranjuez fue el lugar en el que pensó ingresar en 1860. Entonces contrajo el tifus y se frustraron sus sueños de convertirse en contemplativa. El trasfondo de la enfermedad, más allá del ámbito físico, era netamente espiritual. Ella, como le ha sucedido a tantos otros, tenía trazada de antemano una misión para la que había sido elegida por Dios. Y la inoportuna lesión no hacía más que señalarle otro camino. Naturalmente, desconocía este extremo, aunque pronto se le iba a desvelar. Urgida por religioso empeño, acudió al instituto de las Siervas de María. A punto de profesar, se presentaron las dudas. Tenía 22 años cuando surgió el recelo: ¿debía comprometerse con una Orden de vida activa?
Abrió su corazón sucesivamente a la maestra de novicias santa Soledad Torres Acosta, y a san Antonio María Claret. Ambos la ayudaron a dilucidar su camino, juzgando que hasta entonces había errado en el que debía materializar su vocación. Llevada de la mano del santo, después de haberlo meditado durante tres días ofreciendo la Eucaristía al Espíritu Santo por indicación suya, no necesitó más. Comprendió que, efectivamente, tal como este fundador le había advertido, estaba llamada a poner en marcha otra Obra. Aunque los temores volvieron a asaltarla en otros momentos, con la venia del cardenal arzobispo de Toledo, que la alentó, en 1871 dejó a las Siervas de María y se dispuso a fundar en Bilbao el Instituto de las Hermanas Siervas de Jesús dedicado a la asistencia de los enfermos. Espiritualmente, el viaje, cuyo destino primero había sido Barcelona, constituyó para ella una dura prueba. Echando mano de la confianza en medio de la oscuridad que se cernió sobre su espíritu, junto al consuelo de las cuatro religiosas que le acompañaban, consiguió proseguir adelante y fortalecerse para nuevas dificultades. Tuvo que vencer suspicacias desde el primer momento hasta de personas que después iban a serle de gran ayuda, como le sucedió inicialmente con el bondadoso sacerdote Mariano José de Ibargoingotia. Las vocaciones florecían. Y el Instituto, que instituyó no sin ciertas penalidades y sacrificios, se fue extendiendo dentro y fuera de España. Recibió aprobación diocesana en 1874 y obtuvo la pontificia en 1886.
Al profesar María Josefa tomó el nombre de sor Corazón de Jesús. Fue superiora de la congregación de forma ininterrumpida durante cuarenta y dos años, poniendo de relieve la autenticidad de sus palabras: «Mi vida está en Dios y es para Dios».
En esas décadas tuvo que lidiar con las guerras carlistas y diversos asedios sufridos por la ciudad de Bilbao. Después de intrincados viajes para visitar las diversas comunidades, un grave problema cardíaco, que luego se complicó con una lesión pulmonar, en 1911 la dejó completamente mermada. Solo podía permanecer acostada o sentada en una butaca. Así fue siguiendo el devenir de las fundaciones, atrapada físicamente, pero lúcida y capaz de escribir a sus hijas numerosas cartas. En ellas plasmó su rica espiritualidad concretada en su gran amor a la Eucaristía y al Sagrado Corazón, la vocación a abrazarse a la cruz participando en el dolor Redentor de Cristo, y la plena dedicación al servicio de los enfermos encarnada en un espíritu contemplativo.
Hizo notar: «La caridad y el amor mutuo, forman aún en esta vida el cielo de las comunidades. Sin cruz no hemos de estar, dondequiera que vayamos, la vida religiosa es vida de sacrificio y de abnegación. El fundamento de la mayor perfección es la caridad fraterna». Encomendaba a sus hijas: «Sean compasivas con los enfermos, en el lecho del dolor, todos son igualmente necesitados». Al final, postrada, como se hallaban tantos en los que pensó al poner en marcha la fundación y a los que había dedicado su vida, al sentir el afecto y delicadeza de sus hermanas pedía que no le dispensaran un trato deferente: «Dejadme morir como una pobre religiosa… Tratadme como a los pobres, quiero morir como he vivido…». Falleció en Bilbao el 20 de marzo de 1912 diciendo: «Ya está todo».
El carisma que había amasado sobre el «amor y sacrificio» era una espléndida realidad. Dejaba 42 casas abiertas y más de un millar de religiosas. Juan Pablo II la beatificó el 27 de septiembre de 1992. Él mismo la canonizó el 1 de octubre del año 2000.
Una vida entregada a los enfermos
I
VIDA Y OBRAS
VIDA Y OBRAS
Santa María Josefa del Corazón de Jesús, hija primogénitade Bernabé Sancho, sillero, y de Petra de Guerra, ama de casa, nació en Vitoria (España) el 7 de septiembre de 1842, y fue bautizada al día siguiente. Según la costumbre vigente entonces, fue confirmada dos años más tarde, el 10 de agosto de 1844. Huérfana de padre a la edad de siete años, la madre la preparó para la Primera Comunión, que recibió a los diez años. A los quince años, fue enviada a Madrid a casa de algunos parientes para completar su educación y formación. Características de su infancia y niñez, fueron: una fuerte piedad hacia la Eucaristía y la Virgen María, una inclinación y sensibilidad hacia los pobres y los enfermos y una inclinación al retiro.
Regresa a Vitoria a los 18 años y manifiesta a su madre el deseode entrar en un monasterio, por sentirse atraída hacia la vida claustral.
De adulta, Santa M Josefa, solía repetir: «Nací con la vocación religiosa». Solo que, a juzgar por las circunstancias, se deduce que pasó por varias experiencias, no sin distintas sugerencias de prudentes eclesiásticos antes de encontrar la forma definitiva de su vocación. De hecho, estuvo a punto de entrar entre las Concepcionistas contemplativas de Aranjuez en 1860, pero se lo impidió una grave enfermedad de tifus. Su madre la ayudó a superar la desilusión.
En los meses siguientes, le pareció comprender que el Señor la llamaba a un género de vida religiosa activo. De este modo se decidió a entrar en el Instituto de las Siervas de María, fundado recientemente en Madrid por Santa Soledad Torres Acosta. Al acercarse el tiempo de la profesión, fue asaltada por graves dudas e incertidumbres sobre su efectiva llamada en aquel Instituto. Confió su alma a distintos confesores y le dijeron que se había equivocado de vocación.
Los contactos con el santo Arzobispo Claret y los coloquios serenos con la misma Santa Soledad Torres Acosta, fueron madurando paulatinamente la decisión de salir del Instituto de las Siervas de María para dar vida a una nueva familia religiosa, que tuviera por finalidad exclusiva la asistencia a los enfermos en los hospitales y en sus domicilios. Compartían este mismo ideal otras 4 Siervas de María, que con el permiso del Cardenal Arzobispo de Toledo, salieron junto con ella con la misma finalidad.
La nueva fundación se hizo en Bilbao en la primavera de 1871, cuando María Josefa contaba 29 años. Desde entonces, y por 41 años seguidos, fue Superiora del nuevo Instituto de las Siervas de Jesús.Se comprometió en difíciles viajes para visitar las distintas Comunidades, hasta que una larga enfermedad la confinó en la casa de Bilbao. Obligada a permanecer acostada o en una butaca, seguía los acontecimientos de las varias Casas de España y de fuera de ella, mediante una copiosa y preciosa correspondencia. A su muerte, acontecida después de largos años de sufrimiento, el 20 de marzo de 1912, eran 43 las Casas fundadas y más de un millar sus religiosas.
Su santa muerte causó gran conmoción en Bilbao y en numerosas localidades donde era conocida a través de las Casas de su Instituto. También sus funerales tuvieron una resonancia extraordinaria. Fue enterrada en el cementerio municipal de Bilbao. Pero en 1926, al crecer su fama de santidad, sus restos mortales fueron trasladados a la Casa Madre del Instituto, y sepultados en la capilla donde aún reposan.
Regresa a Vitoria a los 18 años y manifiesta a su madre el deseode entrar en un monasterio, por sentirse atraída hacia la vida claustral.
De adulta, Santa M Josefa, solía repetir: «Nací con la vocación religiosa». Solo que, a juzgar por las circunstancias, se deduce que pasó por varias experiencias, no sin distintas sugerencias de prudentes eclesiásticos antes de encontrar la forma definitiva de su vocación. De hecho, estuvo a punto de entrar entre las Concepcionistas contemplativas de Aranjuez en 1860, pero se lo impidió una grave enfermedad de tifus. Su madre la ayudó a superar la desilusión.
En los meses siguientes, le pareció comprender que el Señor la llamaba a un género de vida religiosa activo. De este modo se decidió a entrar en el Instituto de las Siervas de María, fundado recientemente en Madrid por Santa Soledad Torres Acosta. Al acercarse el tiempo de la profesión, fue asaltada por graves dudas e incertidumbres sobre su efectiva llamada en aquel Instituto. Confió su alma a distintos confesores y le dijeron que se había equivocado de vocación.
Los contactos con el santo Arzobispo Claret y los coloquios serenos con la misma Santa Soledad Torres Acosta, fueron madurando paulatinamente la decisión de salir del Instituto de las Siervas de María para dar vida a una nueva familia religiosa, que tuviera por finalidad exclusiva la asistencia a los enfermos en los hospitales y en sus domicilios. Compartían este mismo ideal otras 4 Siervas de María, que con el permiso del Cardenal Arzobispo de Toledo, salieron junto con ella con la misma finalidad.
La nueva fundación se hizo en Bilbao en la primavera de 1871, cuando María Josefa contaba 29 años. Desde entonces, y por 41 años seguidos, fue Superiora del nuevo Instituto de las Siervas de Jesús.Se comprometió en difíciles viajes para visitar las distintas Comunidades, hasta que una larga enfermedad la confinó en la casa de Bilbao. Obligada a permanecer acostada o en una butaca, seguía los acontecimientos de las varias Casas de España y de fuera de ella, mediante una copiosa y preciosa correspondencia. A su muerte, acontecida después de largos años de sufrimiento, el 20 de marzo de 1912, eran 43 las Casas fundadas y más de un millar sus religiosas.
Su santa muerte causó gran conmoción en Bilbao y en numerosas localidades donde era conocida a través de las Casas de su Instituto. También sus funerales tuvieron una resonancia extraordinaria. Fue enterrada en el cementerio municipal de Bilbao. Pero en 1926, al crecer su fama de santidad, sus restos mortales fueron trasladados a la Casa Madre del Instituto, y sepultados en la capilla donde aún reposan.
II
ESPIRITUALIDAD
ESPIRITUALIDAD
Los escritos y los testimonios oculares ponen de evidencia los puntos centrales de la espiritualidad de Santa María Josefa:
1) Gran amor a la Eucaristía y al Sagrado Corazón.
2) Profunda adoración al misterio de la Redención e íntima participación al dolor de Cristo y a su Cruz.
3) Completa dedicación al servicio de los enfermos en un contexto de espíritu contemplativo. He aquí algunas expresiones significativas, tomadas de sus escritos:
«La caridad y el amor mutuo, forman aún en esta vida el cielo de las Comunidades. Sin Cruz no hemos de estar, dondequiera que vayamos, la vida religiosa es vida de sacrificio y de abnegación.El fundamento de la mayor perfección es la caridad fraterna»(Don Pablo B. Aristegui, Beata Maria Giuseppa del Cuore di Gesù, Mensajero, 1992, p. 97).
«No crean, Hermanas, que la asistencia a los enfermos consiste solo en dar las medicinas y los alimentos al enfermo, hay otra clase de asistencia que nunca deben olvidar, y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre, saliendo al encuentro de sus necesidades» (ib., p. 97)
«Formemos en el Corazón Divino de Jesús nuestro centro de comunicaciones con Él. Podemos hacerlo con la frecuencia que lo deseemos, sin temor de molestar a nadie; sólo con Jesús será nuestra intimidad» (Consejos y Máximas de nuestra Venerada Madre Fundadora, Madrid, Imprenta Juan Bravo, 1994, p. 15).
1) Gran amor a la Eucaristía y al Sagrado Corazón.
2) Profunda adoración al misterio de la Redención e íntima participación al dolor de Cristo y a su Cruz.
3) Completa dedicación al servicio de los enfermos en un contexto de espíritu contemplativo. He aquí algunas expresiones significativas, tomadas de sus escritos:
«La caridad y el amor mutuo, forman aún en esta vida el cielo de las Comunidades. Sin Cruz no hemos de estar, dondequiera que vayamos, la vida religiosa es vida de sacrificio y de abnegación.El fundamento de la mayor perfección es la caridad fraterna»(Don Pablo B. Aristegui, Beata Maria Giuseppa del Cuore di Gesù, Mensajero, 1992, p. 97).
«No crean, Hermanas, que la asistencia a los enfermos consiste solo en dar las medicinas y los alimentos al enfermo, hay otra clase de asistencia que nunca deben olvidar, y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre, saliendo al encuentro de sus necesidades» (ib., p. 97)
«Formemos en el Corazón Divino de Jesús nuestro centro de comunicaciones con Él. Podemos hacerlo con la frecuencia que lo deseemos, sin temor de molestar a nadie; sólo con Jesús será nuestra intimidad» (Consejos y Máximas de nuestra Venerada Madre Fundadora, Madrid, Imprenta Juan Bravo, 1994, p. 15).
III
EL CARISMA DE SERVIR A LOS ENFERMOS
EL CARISMA DE SERVIR A LOS ENFERMOS
La huella particular impresa por M Josefa al Instituto de las Siervas de Jesús refleja su experiencia interior de alma consagrada al servicio caritativo del prójimo, especialmente a los enfermos, en un clima de espíritu contemplativo. Encontramos bien explicada su idea en el Directorio de Asistencias, escrito por ella misma, donde llega a afirmar que la Sierva de Jesús proporciona al enfermo, que acompaña hasta la puerta de la eternidad, un bien mayor que el del misionero que con su predicación llama a los extraviados al recto camino de la vida.
«De esta manera —escribe— las funciones materiales de nuestro Instituto, destinadas a procurar la salud corporal de nuestros prójimos se elevan a una gran altura y hacen nuestra vida activa más perfecta que la contemplativa, como enseñó el angélico maestro Santo Tomás que dice de los trabajos dirigidos a la salud del alma que vienen de la contemplación» (Directorio de Asistencias de la Congregación Religiosa Siervas de Jesús de la Caridad, Vitoria, 1930, p. 9).
Con este espíritu, las Siervas de Jesús, desde la muerte de su Madre M Josefa y hasta hoy, han continuado su servicio a los enfermos, con una generosa oblación de vida que recuerda a la desu Fundadora.
Además, de acuerdo al progreso de los tiempos y a las necesidades de la vida moderna, a la primitiva finalidad de asistencia a los enfermos, de asistir a personas ancianas en residencias y de acoger y asistir niños en las guarderías, han añadido otros como: comedores para indigentes, centros de acogida para enfermos de sida, centros de día para personas mayores, pastoral de la salud y otras obras de beneficencia y caridad, sobre todo en los países pobres de América Latina y Asia.
Hoy, en la actualidad, las 1050 Religiosas del Instituto de las Siervas de Jesús están presentes, además de España, en Italia, Francia, Portugal, Chile, Argentina, Colombia, México, Ecuador, Perú, República Dominicana, Paraguay, Filipinas.
«De esta manera —escribe— las funciones materiales de nuestro Instituto, destinadas a procurar la salud corporal de nuestros prójimos se elevan a una gran altura y hacen nuestra vida activa más perfecta que la contemplativa, como enseñó el angélico maestro Santo Tomás que dice de los trabajos dirigidos a la salud del alma que vienen de la contemplación» (Directorio de Asistencias de la Congregación Religiosa Siervas de Jesús de la Caridad, Vitoria, 1930, p. 9).
Con este espíritu, las Siervas de Jesús, desde la muerte de su Madre M Josefa y hasta hoy, han continuado su servicio a los enfermos, con una generosa oblación de vida que recuerda a la desu Fundadora.
Además, de acuerdo al progreso de los tiempos y a las necesidades de la vida moderna, a la primitiva finalidad de asistencia a los enfermos, de asistir a personas ancianas en residencias y de acoger y asistir niños en las guarderías, han añadido otros como: comedores para indigentes, centros de acogida para enfermos de sida, centros de día para personas mayores, pastoral de la salud y otras obras de beneficencia y caridad, sobre todo en los países pobres de América Latina y Asia.
Hoy, en la actualidad, las 1050 Religiosas del Instituto de las Siervas de Jesús están presentes, además de España, en Italia, Francia, Portugal, Chile, Argentina, Colombia, México, Ecuador, Perú, República Dominicana, Paraguay, Filipinas.
IV
ITINERARIO DE LA CAUSA
ITINERARIO DE LA CAUSA
Pocos años después de la muerte de la Madre María Josefa, el Instituto de las Siervas de Jesús proyectaba empezar la Causa de Canonización, pero por circunstancias adversas, entre las que estuvo la guerra civil española de 1936 y la segunda guerra mundial, se pudo llevar a la práctica sólo después de casi treinta años.
a) El 31 de mayo de 1951, comenzó el Proceso Ordinario Informativo en Bilbao.
b) El 7 de enero de 1972, el Decretum super introductione Causae.
c) El 7 de septiembre de 1989 se promulgó el Decretum super Virtutibus
d) El 27 de septiembre de 1992 fue solemnemente beatificada por nuestro Santo Padre Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro.
e) El Consistorio tuvo lugar el día 10 de marzo de 2000 donde S.S. Juan Pablo II fijó la fecha de su Canonización, para el día 1 de octubre de 2000.
a) El 31 de mayo de 1951, comenzó el Proceso Ordinario Informativo en Bilbao.
b) El 7 de enero de 1972, el Decretum super introductione Causae.
c) El 7 de septiembre de 1989 se promulgó el Decretum super Virtutibus
d) El 27 de septiembre de 1992 fue solemnemente beatificada por nuestro Santo Padre Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro.
e) El Consistorio tuvo lugar el día 10 de marzo de 2000 donde S.S. Juan Pablo II fijó la fecha de su Canonización, para el día 1 de octubre de 2000.
Por: Isabel Orellana Vilches | Fuente: Zenit.org / Vatican.va
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